jueves, 22 de febrero de 2024

 

Una nueva novela: Un tango para Emmy Langer que después de más de una década retoma a Margarita Casas , el personaje de El cielo bajo los pies .


 

 Un tango para Emmy Langer. Febrero 2024. Editorial Alrevés.

Un Tango Para Emmy Langer - 1

 

A finales de 1931, poco después de la gran fiesta republicana, se descubre el cadáver de una mujer enterrado bajo las baldosas de una pequeña edificación del barrio de Llefià, en Badalona. La historia de este crimen real, que llenó durante meses las páginas de los periódicos de toda España, es recreada en esta novela, recorrida por una trama absorbente que recoge no solo crimen de la alemana Emmy Langer, sino los primeros años de un tiempo de esperanza y de rupturas revolucionarias que pronto fueron enterradas en fosas anónimas, como lo fue el cadáver de la propia Emmy.

Margarita Casas, periodista personaje de una novela anterior: El cielo bajo los pies, y que es retomado por la autora regresa a Barcelona, luego de un largo exilio en Buenos Aires. Madre soltera y acompañada de una niña, vuelve atraída por la esperanza republicana. Contratada por una publicación que se dedica a los sucesos, Gran Proyector, es encargada de cubrir el que se conocerá como «Crimen de Badalona». Los rumores sobre la personalidad de la asesinada y del supuesto asesino se entretejen en paralelo a los acontecimientos que están sacudiendo a España y al mundo; como la lucha por el derecho al voto femenino defendido en el Parlamento por Clara Campoamor, prácticamente en solitario o la conquista de espacios hasta entonces vedados a las mujeres. Aunque, también, el auge de un fascismo que va cobrando fuerza en Europa y que se impone con un golpe militar en Argentina, país siempre presente a través del tango como música y letra de fondo de los hechos más oscuros que marcan la vida del asesino y su víctima.

Elsa Plaza, con pulso maestro, con ritmo magistral y con una prosa atravesada por la nostalgia, la perfecta recreación histórica y la impresionante caracterización de los protagonistas y su tiempo, nos fascina con una novela que es, como esa Barcelona de la Segunda República también tanguera, convulsa e inolvidable.

 

 Entrevista en Las mañanas de Onda Aragonesa

 

https://deezer.page.link/NpMX1SVMeqiTXXqs5

 

Podcast SIN FICCIÓN  . Alrevés editorial:

https://podcasts.apple.com/es/podcast/sinficci%C3%B3n42-el-crimen-de-emmy-langer-con-elsa-plaza/id1565882502?i=1000645413093

 

 

 

 

 

 

 

 



 

 

 

 

 https://www.listennotes.com/et/podcasts/onda-aragonesa/las-ma%C3%B1anas-de-onda-BqmR9CYQr_u/

 

 

martes, 24 de octubre de 2023

  Cinco hermanas y una condesa sin nariz

Para Leo e Irene (Alicia) 

 

   Eran cinco mujeres fuertes. Se distinguían por sus ojos almendrados de iris sin pupilas. Acostumbraban a marcar una distancia orgullosa con sus poses hieráticas. Se sabían descendientes de una antigua nobleza. Pero, renunciaron a ella y saltaron hacia el más allá de las tranquilas aguas espejadas que reflejaban sus bellezas clásicas. 

 


 

Se aventuraron por mares, traspasaron cumbres nevadas. Y las cinco, al fin, encontraron aquello que buscaban. Cuando regresaron, al lugar de siempre, el reflejo que el estanque les devolvió las llenó de una enorme melancolía, que ya nunca se borró de sus rostros inertes. El viaje había marchitado la belleza de sus rasgos de diosas. Y sobre sus cuellos, aún perfectos cilindros marmóreos, se insertaban caras señaladas por la terrible enfermedad que hiere las estatuas aventureras. Y así, la más joven, quizás, aquella que luce en la frente una flor en forma de estrella, lleva como rastro de la aventura y a la altura del lugar donde había estado su nariz, dos pequeños orificios. Poco a poco fue aprendiendo, a través de ellos, a reconocer el olor del aire dulce del tiempo que pasa.



La lepra voraz, de carne de diosas marmóreas, había mordido, con paciencia, también a las otras hermanas. En la que parece mayor dejó su huella en la mejilla, parte de la frente y, descendiendo, también la nariz fue su bocado. La mala peste pareciera ensañarse con ese apéndice, que se reclama de ser el elemento del rostro que da carácter al perfil griego de toda diosa. Justo allí, en esa ausencia, en la cara de la hermana mayor asoman dos huesitos de metal, que lloran óxido de hierro para calmar el vacío.

 


Otra de las hermanas consiguió, hablando al oído al jardinero guardián, que éste le consiguiera un remedio para su apéndice perdido por la enfermedad insaciable. El jardinero encontró una nariz perdida en un rincón, entre el rastrillo y la azada…; con un poco de cemento la operación quedó concluida. Pero, una sombra oscura delata el remiendo, la dura carne de piedra es difícil de zurcir.

 

 

Otra de ellas, da la espalda a un tilo solidario, quien cubre el pudor que entraña su herida más infame, aquella que borró uno de sus ojos. ¡Ah !, si sólo hubiera sido la nariz… ya no importaba, eso lo compartía con sus otras hermanas. Pero, el estrago que padeció aquel lugar, donde hubo un ojo, fue su tormento… Fue una de las hojas del árbol, piadosa y elegante que creció acariciando el vacío de la herida. Sólo el invierno puede con su amorosa cercanía, entonces la hoja se disculpa y en un balanceo sublime, cae a sus pies. Ella la mira, con su único ojo, deshacerse cada invierno. Y sabe esperar el nuevo milagro de la primavera.

 


La única de las hermanas de belleza indemne  es la guardiana de todas. Espanta las alimañas nocturnas que intentan ensañarse con las heridas. Su mirada de Gorgona las retrae.

 


Una tarde, cuando apenas comenzaba el mes de junio y los árboles agitaban  sus cabelleras brillantes estremecidas por el aire tibio, las hermanas de mármol oyeron unos pasos delicados. Se deslizaban por el camino de grava hacia ellas. Y al crac crac de las pisadas se unió el fru fru de unas enaguas almidonadas sobre las que flotaban metros de seda. La Comtesse Sans Nez se detuvo ante ellas. Las fue mirando una a una, parecía que oraba. Sí, se dijeron las hermanas, viene a traernos el consuelo de su propia extraña belleza.  Y volviendo al sueño de los caminos, recordaron aquel encuentro frente a la pirámide de Gizéh. Era ella, la que había recorrido todo Oriente. Montaba, entonces, la grupa jorobada de un camellos de piel dorada. La reconocieron por su porte, las cejas espesas, los ojos oscuros y brillantes enmarcados por las cintas que sostenían un apéndice nasal; construido en un material indefinido, color de avellana clara a juego con la abombada frente de la condesa. Detrás de ella un par de portadores llevaban, en una especie de palanquín, una réplica, a escala, de la enigmática Esfinge egipcia. “Perdida su nariz hace milenios, se yergue guardiana de los sepulcros reales”, anunció la Comtesse Sans Nez abriendo sus brazos en ademán de acoger a las hermanas del parque. “Mi nariz continuó rodó entre los arrozales al borde del Nilo, allá por el año 1836. Atraída por la historia oída en los cenáculos literarios de Occidente. La que cuenta que en San Petesburgo, un funcionario del zar había amanecido sin nariz…Ya que ésta se paseaba libre, hundiéndose en el el panecillo de un barbero, que horrorizado intentó deshacerse de ella. "

 


Así fue, en este caso no había sido la lepra marmórea la que había corroído el rostro de la condesa, sino la intrepidez de una parte de su propio cuerpo. Tal como gatos y periquitos que acostumbran a huir de sus hogares, su nariz se había escapado. 

En el Palacio Real de Pedralbes, en Barcelona,  transcurrió esta historia poco conocida. Aún permanecen allí las hermanas, han decidido fijar su residencia hasta que otro funcionario, este con nariz, (aunque cabe a esperanza de que la pierda) las desahucie, obligándolas a ser trasladadas a un depósito municipal.


miércoles, 22 de marzo de 2023

 

     Buenos Aires y el ejército de las sombras


     Sobre la angosta planicie del umbral de un local cerrado, o arrinconado contra una pared mugrienta; sobre cartones, cubriéndose con pedazos de plástico o echado en la mullida hediondez de un colchón de espuma manchado y carcomido. La cabeza girada o escondida tras un trapo cualquiera; más abajo del cuerpo flaco, las caderas puntudas que asoman desde el pantalón corto, roto; las piernas flacas, amarronadas de tanto sol callejero; y más allá aún, la planta de los pies negras, mostradas a los que pasamos a su lado intentando no espiar demasiado, para evitar sus historias, por pudor, por indiferencia, por costumbre a sus presencias. Es un hombre joven, como los otros. Acompañándolos, muy rara vez, una chica.

                                      Buenos Aires,2023.Colección personal

Uno de ellos se arrincona contra la persiana polvorienta y grasosa de un local vacío, en la avenida Belgrano y San José, rodeado de bolsas de basura y sobre cartones, a éste sí, lo acompañaba una chica mientras él duerme. Ella lleva el pelo que se le escapa en puntas indomables, amarillentas de agua oxigenada,; toma mate. Él duerme siempre, mientras ella permanece sentada a su lado, en el suelo. Cuando deja de chupar la bombilla, cruza los brazos sobre su barriguita de embarazada. El portero de la finca más cercana lo señala con pena ( la chica ya no está), y me comenta que esos jóvenes varones “duermen todo el día” , “es la droga” , “viven de noche”, y mueve la cabeza con resignación, pues parece que para todos esos muchachos jóvenes no hay más esperanza. O al menos, no la hay en los planes de ningún proyecto social de los gobiernos de turno ¿ O sí, hay planes? Y es ese permanecer dormidos. Tienen entre veinte y treinta años, quizá. 

Hay otros también, hombres solos, se los ve en un constante soliloquio, son más viejos. Y ya no duermen tirados sobre la acera de día, los veo deambular, Llevan encima otra locura, la que los dejó en la calle, antes. Antes de todo esto. ¿De todo esto? ¿De qué? Por qué tantos hombres despojados de todo. Algunos, cuando se levantan de su sueño, rebuscan en la basura. Sorprenden sus brazos flacos asomados desde la oscuridad nauseabunda  de un contenedor, sosteniendo la tapa, para que no les caiga encima, como les cayó ya la vida. Allá van a procurar los pocos restos mugrientos de esta ciudad, cada vez más empobrecida.

Y pienso en Barcelona, mi otra ciudad. En esos otros hombres jóvenes, que hacen corrillo en la calle Hospital, y que inquietan también a la vecindad por su estar allí, donde se los ve consumir y vender droga o manotear, con habilidad, un móvil. ¿Qué los diferencia y qué los une a esta legión de durmientes o locos porteños? Son hombres todos, expulsados de un proyecto económico. Expulsados de la aparente necesidad de sus vidas. Ahogados entre la mugre de la ciudad, los desamores, las traiciones por acceder al cielo instantáneo de un chute o un gramo de coca o de crack. ¿La conciencia de clase? ¿La revolución del proletariado? ¿La fraternidad universal? ¿ El hombre nuevo, que pregonaba Guevara? ¿Acaso alguno de estos hombres oyeron hablar alguna vez de esto? ¿ Desean algo más que la felicidad inmediata de un buen trozo de pizza y una cerveza fresca y el porrete, o el nariguetazo?¿Un poco de dinero en sus bolsillos? ¿Su vivir se hace de la inmediatez? ¿Han logrado, entonces, lo que pregonan coachings, gurús y Eckhart Tolle: “Vivir el presente”. Revolución total y promesa de felicidad eterna.

Aunque, a veces, me vuelvo conspiranoica. Y esa idea conspiranoica lleva apareciéndome desde hace años. Como lucecita que va y viene. Cada vez que mi mirada recorre este paisaje urbano masculino. Que, como restos de un naufragio, que lo son, ocupan las calles. Y hoy, leyendo un artículo en un periódico argentino, esa idea conspiranoica pareciera tener cierto sentido. Leo que, la muy nueva República de Kosovo ( que fue parte de Servia hasta que respaldada por la OTAN y varios países de la UE se independizó, cuenta con un desempleo que ronda el 40% de la población, aunque ha sido recompensada como proveedora de soldados a la OTAN. Soldados entrenados en el Reino Unido y dispuestos para formar parte del refuerzo en la base militar que, precisamente, la OTAN, instaló en las Islas Malvinas en 1985, luego de aquella guerra nauseabunda y criminal- como lo es toda guerra- de Thatcher vs Galtieri. Así, se va reforzando el frente del Atlántico Sur, claro, que para velar por la “seguridad “ en esta zona, ante las amenazas que implican el conflicto con Ucrania (ver Daniel Kersfeld, Kosovo, OTAN y Malvinas, Pg. 12,15/03/23  https://www.pagina12.com.ar/531738-kososvo-otan-y-malvinas.

Sí, mi idea conspiranoica es que todo ese contingente de jóvenes sobrantes de un sistema que los expulsa, pudieran convertirse en patrióticos soldados para cualquier guerra. Interna o externa.(¿Acaso ya no lo son, en parte?) Aunque, quedan estos, los que se echan en los umbrales de las calles de Buenos Aires, los que mueren atrapados en las alambradas en las fronteras de Europa, los que roban los móviles en las aceras de Barcelona y “transan” con droga barata... Vencida la conciencia de pertenencia a una clase explotada , a un continente depredado, una bandera, cualquiera, agitada para darles la identidad perdida, o un dios vengador que reclame por el honor de su nombre mancillado.., El invento de un enemigo ante el cual se crece en la diferencia, ante el cual se recupera una cierta dignidad.

Imagino camiones. en la complicidad de la noche, secuestrando a esos jóvenes varones callejeros. Y alojados en instalaciones adecuadas, cuarteles, tipo guantánamos. Allí, serían alimentados con ingentes cantidades de proteínas, para crezcan sus músculos; de testosterona para que se sientan más hombres; adiestrados con ejercicios extenuantes y dosis de malos tratos, complementados con un justo toque de cocaína, para que se atrevan a todo, alegremente. Así, estarían siempre listos para enviarlos a cualquier lugar del planeta. A defender una causa que creerían propia, pero que servirá para hacer más y más ricos a la élite que lleva a cabo el plan. De pronto, así, las calles de las ciudades se vaciaría de sus presencias. Y los ciudadanos de paz aplaudirían el proyecto y premiarían con sus votos a sus mentores... Una guerra permanente sería así el resultado del fin del desempleo. Una guerra en cualquier lugar o en todos. El plan podría incluir también a mujeres, cuestión de igualdad de oportunidades.

Pongo como prueba de algo próximo a este plan, la enorme presencia policial en esta ciudad de Buenos Aires. Una policía formada por hombres y mujeres jovensísimos, en su gran mayoría. Hombres y mujeres de evidente origen popular. ¿Es el único empleo, aparentemente no precario, que queda para ellos? Ocuparse de reprimir las multitudinarias expresiones de hartazgo, ante tanta injusticia, de sus propios vecinos, de sus propias familias? Unos policías, otros durmientes Aunque, todo hay que decirlo, están también los otras/os , sobre todo otras, activistas en la calle, en las ollas populares, en el Basta Ya. .. ¿Quiénes ganarán la partida?

Mis delirios conspiranoicos se irán, acaso, cumpliendo como en una novela de Margaret Atwood... Es difícil , hoy, hablar de la esperanza. Aunque quizás, esté en esa solidaridad de vecinos que aún resiste, y que se opondría , furiosamente, a que se lleven los camiones del ejército oscuro a los durmientes, Pero, ¿Cómo intentar despertarlos?


             Vecinas del barrio de Cildáñez. Frente al Congreso , 8 de marzo,. Colección particular.







                

lunes, 13 de febrero de 2023

            1947: Visita Granada un hada sobre un arco iris

 

    ¿Por dónde comenzar esta historia? Quizá, por la salva de veintiún cañonazos que anunciaron su llegada a Armilla. Veintiún cañonazos en el Paseo de San Sebastián, en la entrada del Camino Nuevo del Cementerio y en la puerta del Alhambra Palace. Tres veces, veintiún cañonazos que harían temblar el camino de Armilla hacia la Alhambra. Temblar, por el recuerdo de una guerra que aún permanecía con sus muertos sepultados al borde del camino, donde también temblarían sus huesos, removidos por las estampidas y extrañados, luego, por el cimbreante trote alegre de los caballistas y coches enjaezados.

 

 

                                  Eva Perón en su viaje a España , Archivo ABC

 Allí arriba, más allá de la oscuridad de sus fosas y del obligado olvido, la alegría perfectamente cronometrada y militarizada,de escuadrones, bandas, artillería, flores, estandartes y banderas, rojas y gualdas, blancas y celestes. Todas agitadas por conmovidos pechos, en una provocada emoción de hermandad en religión y patria, de Reyes Católicos, obispos, generales y generalísimo. Así, era recibida Eva Duarte de Perón, a su llegada a Granada, un 15 de junio del año 1947. Un hada rubia de 27 años, la señora presidenta, a la que se rendían todos esos honores de jefe (no jefa) de Estado. Un hada rubia, joven y bella, que había logrado hacer olvidar a todas las instituciones del Estado español que la recibía, -la España del nacional catolicismo- que ella era hija de madre soltera, que había sido actriz, hasta un año antes y concubina antes que esposa oficial del recientemente elegido presidente de la República Argentina, el general Juan Domingo Perón. Y que, ella pregonaba un feminismo que anunciaba así, de forma visionaria, en su discurso radiofónico a las mujeres españolas: Nuestro siglo no pasará a la Historia con el nombre de siglo de las guerras mundiales, ni con el nombre de siglo de la desintegración atómica, sino con este otro mucho más significativo, el del feminismo victorioso. Evocaba una revolución social que exigía de la mujer todos los derechos imprescindibles para el desarrollo de sus poderosas virtualidades. Aunque, todo ésto mediatizado por la “estructuración del hogar cristiano con vínculo indisoluble” (...)”empeñada, la mujer, en un hogar donde se respire un perfume de santuario, de suerte que el esposo y el hijo sientan a Dios como en un templo pequeño, por eso sabe que no le arrebata ni un adarme de feminidad no sólo el trabajo en la fábrica, los estudios en las universidades, el aprendizaje profesional, pero tampoco empañan su feminidad el participar en los movimientos de recuperación nacional. [Y para estaba la Sección Femenina enseñando labores del hogar y gimnasia con bombachos y faldas siempre más abajo de las rodillas]. “La Iglesia, decía cándidamente Eva, ni ha prohibido ni ha disuadido a la mujer de que ejerza de médico, de diputado o de embajadora, con tal de que no abandone sus deberes esenciales...

Y siguieron los discursos y las bienvenidas a quien como tal hada rubia, representante entonces de un país ubérrimo de comida, de ropas, de zapatos que ofrecía en los contenedores de sus barcos, enviados para repartir a una España hambrienta y aún empobrecida por la guerra. “El año 1946 había sido un año de sequía, y 1947 fue el año del hambre”, recuerda, hoy, un vecino de Armilla.


Eva Duarte de Perón, continúa diciendo en su discurso que : “No han faltado agitadoras que soliviantaran las clases sociales con flamas incendiarias, por qué han de faltar otras mujeres que de alma a alma se digan un mensaje de amor y de paz [Clara Campoamor, Victoria Kent, Margarita Nelken , Federica Motseny, Lucía Sánchez Saornil, ¿acaso se refería a ellas?](...) Se ha dicho, continuaba Eva Duarte, que hemos venido a formar un eje entre Buenos Aires y Madrid. Mujeres españolas, no he venido a formar ejes sino a tender un Arco Iris con todos los pueblos, como corresponde a una mujer.

   Lucía Sánchez Saornil, Kristine Kon-Rabe, junto a Emma Goldman en su visita a España , 1936.

Sí, Eva Duarte era un hada llegada en arco iris, la luminosidad que la rodeaba no era sólo la de su belleza perfecta;era el oro del trigo, y el manto de las toneladas de judías verdes que en su honor pasaron a llamarse peronas. Y las estrellitas que emanaban de sus milagrosas manos eran las cien pesetas y más, que como recoge la prensa de la época, repartía a los menesterosos que lograban aproximarse a ella.

Y Eva iba a continuar su viaje por Europa yendo a Roma. Y sí, uno de esos contenedores cargados con ropa y alimentos, luego de dirigirse al puerto de Barcelona, tenían marcada otra parada en un puerto italiano, el destino era el Vaticano. Cuando anunciaron la visita de Eva Duarte al Vaticano, acompañando las remesas enviadas por el gobierno argentino, no sabían dónde meterla. ¿Una mujer a la que había que rendir “honores de jefes de Estado”, en el país de los hombres con faldas y donde las mujeres son todas esposas de Dios y criadas para servirlos? Se solucionó hospedándola en su propia Embajada. Sí, Argentina también colaboraba, entonces a lavar la cara a un Estado papal que había sido, digamos, que claramente escorado en su posición con respecto al fascismo y al nacionalsocialismo ¿Acaso, se enviaba todas esas toneladas de ropas y cereales al Vaticano (Ideal de Granada, junio, 1947) para que la Santa Sede tuviera la oportunidad de ejercer esa caridad cristiana que muchos incluso de sus fieles y sacerdotes, habían reclamado en vano durante el conflicto mundial, sin necesidad de vaciar sus repletas arcas? 

Casi setenta y seis años después de la llegada de Eva Duarte a Armilla,Granada, camino haciendo el recorrido deportivo de los armilleros: parte del perímetro de su base aérea, aquella que, me explica Miguel, 96 saludables años, fue tomada de inmediato por los sublevados:

 

                                                Aeródromo de Armilla hoy , Colección personal

 “En Armilla no hubo resistencia en el 36, los jefes de la Aviación huyeron, y fue ocupado por los nacionales. Aquí teníamos los huertos para sobrevivir...Aunque requisaban cereal y verduras para el ejército. Amparados por la noche, se cargaban los animales y se llevaba el trigo a moler.” Miguel, con diecinueve años entonces, formaba parte de la compañía de aviación con escuadra estandarte y bandera que le rindiera honores de Jefe de Estado a su llegada, al aeródromo de Armilla a la señora Eva Duarte de Perón. “ A los nueve años me sacaron de la escuela y me mandaron al campo”. Entrar en el ejército le permitió a Miguel acceder a un sueldo y una formación. “Como no me gustaban las armas, elegí ser radiotelegrafista.” Y ese 15 de junio de 1947 estrenaba su condición de uniformado rindiendo honores a aquella “hada presidenta”. “¿Recuerdas qué pensaste, entonces?”. “Que era muy guapa”, me dice Miguel “¿ Pero, si apenas podrías mirarla ”, concluyo. “Ya que en posición de firmes y con la mirada al frente sólo debe haber sido para ti una silueta fugaz al pasar delante tuyo”. “Bueno, nos girábamos ”... 

 

              

                Llegada de Eva Perón al aeródromo de Armilla, Archivo de Ideal, autor Torres Molina                              

“¿Qué edad te imaginas que tenía?” “¿Menos de treinta?”, me pregunta. Sí, sólo veintisiete. Murió a los treinta y tres años”. Y Miguel asombrado, menea la cabeza . Me responde que no sabía.”¿De qué murió?”. “De un cáncer de útero”, respondo, y se queda pensativo. Me contengo, por no interrumpir sus recuerdos, de explicarle que un cáncer de útero se consideró una enfermedad no digna para ella, por lo que ocultaron el diagnóstico transformándolo en una enfermedad casi sin nombre. Un útero enfermo aludía a los órganos reproductivos de esa mujer que el pueblo idolatraba y había transformado en Santa. Y una Santa deja de tener órganos sexuales.

Seguimos la conversación abrigados por los faldones de la mesa camilla que Miguel me ha ofrecido compartir, como se hace cuando una llega a toda casa Granadina. En este frío invierno donde, cada vez que doy vueltas por el aeródromo de Armilla intento imaginar aquellos coches enjaezados, y el olor de los ramos de flores que le arrojaban a su paso, a la Eva del arco iris entre España y Argentina. El metal de la banda de música, el tintineo de los cascabeles que acompañaban el trote de los caballos lustroso y peinados para la ocasión, tirando de carruajes colmados de damas con peinetas y mantillas. La sonrisa sempiterna enmarcada en carmín de una mujer joven y brillante que, con su presencia, y todo la fiesta de brillos militares, homenajes y visitas rociadas de agua bendita y perfumadas de incienso eclesiástico. Mientras se obraba así al comienzo del borrado de memoria de ese pasado inmediato que aún retumbaba en los paredones de los cementerios, y era llanto contenido y oculto en muchas de las que acudían a vitorearla. Ella fue la punta de lanza , arco iris mágico, de la estrategia geopolítica de Juan Domingo Perón, recién elegido presidente de esa República enriquecida gracias a la guerra y a su suelo fértil.” Tercera posición”, proclamaba Perón y hablaba también de Justicia Social y Eva de Justicia para sus descamisados, de la que ella era su representante . [ Y recuerdo a Alfonso Guerra, de los años 80, que copió lo de descamisados en sus mítines donde hablaba de "nosotros los descamisados y prometía trabajo y la eterna Justicia Social, Alfonso Guerra, parece una broma, ¿no? Quiso ser la Evita de Felipe González. Cosas del travestismo, que siempre ronda la política (https://elpais.com/diario/1989/05/27/espana/612223203_850215.html).

Sí, en aquel tiempo, 1947, esa Tercera Posición, que proclamaba Perón, le servía a Franco para limpiar su inmediato pasado, y abandonado de ayudas internacionales por su declarada simpatía, mediatizada por intereses coloniales y comerciales con el Eje, así, sus teóricos de la Falange declamaban ni comunismo ni liberalismo. Ni yankees, ni soviéticos. Y Argentina entonces le tendía una mano, más allá de ideologías, por pura solidaridad humana hacia su pueblo, proclamaba Eva Duarte. Argentina, ese gran país que creyó, podía bastarse a sí mismo, y que podía competir en el nuevo orden mundial que se estaba gestando, fraccionando al mundo, ante el comienzo de lo que se llamó la guerra fría. Franco y su discurso público de entonces intentaba acercarse al del Perón de esa inmediata postguerra. Tiempos vendrían en que ambos se rendirían ante el nuevo orden colonial marcado por USA. Era también la época del romance entre Perón y el Vaticano, que duraría aproximadamente hasta la muerte de Eva..( En línea:https://www.infobae.com/historia/2018/11/03/usted-es-el-unico-que-me-ha-puesto-de-rodillas-padre-la-tormentosa-relacion-de-peron-con-la-iglesia-catolica/)

Sigo mi charla con Miguel, y le pregunto qué más recuerda de entonces... Y llegan hijas, hijo, yernos, a la acostumbrada visita vespertina... el tiempo pasa hablando del ahora. Más tarde, me cuenta una de sus hijas: “A comienzos de los años sesenta, nos inscribieron a todas las hermanas en una escuela de monjas, en Granada. Para ello mis padres debían presentar certificados de buen comportamiento de orden moral, y también los certificados de casamiento, y nacimiento de cada uno de ellos. Cuando mi madre fue a retirar el suyo, se lo negaron, y le dijeron que sólo se lo podían entregar a su marido. Mi madre insistió porque era “su” certificado. Pero, no hubo nada qué hacer. Y allí fue mi padre. El empleado que le entregó a él la partida de mi madre, le señaló escandalizado que allí constaba que mi madre había nacido dos años antes de que mis abuelos se casaran. Algo tan indecente, no podía entregar a manos de una señora”. Habían ya pasado alrededor de quince años de la vista de Eva Duarte de Perón. El feminismo de las chicas del yugo y las flechas era el de la casa de Bernarda Alba. “La visita del novio, en los años en que mis padres noviaban ( años cincuenta) era Rosario compartido junto al padre y la madre, así hasta el día del casamiento. Ya en mi época, finales de los setenta, vueltas por el pueblo, sólo de día, porque , ¿qué dirían las vecinas si te ven por allí, de noche? La prédica de aquellas mujeres de los años treinta y anteriores como Ángeles López de Ayala, Teresa Claramunt, Rosario Acuña, Berta Wilhelmi, Antonia Maynon, Guillermina Rojas, Maruja Mallo, Agustina González y tantas otras, borradas totalmente. Poco duró esa libertad que apenas habían comenzado a vivir las mujeres españolas. Eva Duarte se equivocaba cuando creía que el feminismo no estaba reñido con la familia que hacía del hogar un santuario. El santuario no era una metáfora en aquella Granada donde miles de personas la habían aclamado, haciendo retumbar las fosas de los que aún se seguían fusilando en aquel 1947 de su llegada. El santuario del hogar era la vuelta al orden de Dios (el Padre/ el marido), y el Espiritu Santo (Franco omnipresente). Las mujeres volvieron, entonces, a ser eternas menores de edad.

                                        


                                                

domingo, 8 de enero de 2023

 

¿Quien era Margarita Guiteras Holmes?

Hace varios años, cuando rebuscaba en la hemeroteca digital de La Vanguardia noticias 

sobre la cárcel de la calle Amalia en época de la Segunda República, me llamó la atención 

una, que guardé para algún día mostrarla y comentarla. Hoy la reencontré entre mis 

desordenados archivos. La noticia era esta:


La Vanguardia, 19 de julio de 1933

Detenida una mujer vestida de hombre

En el vestíbulo de la estación de Francia

fue detenida ayer la artista norteamericana

Margarita Guiteras Holmes, natural del Estado de Pensylvania,

la cual por ir vestida de hombre,

llamaba la atención del público

que la rodeaba formando grupo numeroso.

Trasladada a la Jefatura de policía, se examinó

que estaba en regla, si bien su pasaporte no

estaba inscrito en el registro de extranjeros

del Gobierno civil, como es obligatorio para

todos los no naturales de España.


Guardé esta crónica porque entendí que, detrás de ella, había mucho más que el escándalo de una mujer paseándose con pantalones por el vestíbulo de la estación de Francia. Recordé a mi madre amonestada por la “jefa de celadoras” del Liceo 5 de Buenos Aires, cuando fue a hablar con ella, convocada por alguna infracción que yo habría realizado. Era el año 1966. Ahora recuerdo, era por mi costumbre de llevar flequillo y pelo suelto, contrariando el reglamento de “cara despejada y cabellos recogidos”.

También, volvió a mi, desde el brumoso tiempo de mi adolescencia porteña, aquel estadio de fútbol, Velez Sardfield, en el barrio de Liniers. Allí, había ido con mi amigo Osvaldo Forsinitti ¡si hasta había olvidado su apellido!! aquel que, de pequeño, tenía miedo de olvidarse de respirar. Traumatizado porque, al preguntar del porqué de un gato muerto, echado a un lado del camino que los llevaba a su casa, su padre le respondió que, el gato había muerto al olvidarse de respirar. Osvaldo, tiempo después fue padre de un niño, al que llamaron Dylan. Pero aquella noche en Velez Sardfield éramos dos adolescentes que iban al estreno de un documental sobre los Beatles. Allí, antes de comenzar la proyección, que se haría al aire libre, fuimos arrinconados por un público de jóvenes que, entre curiosos y agresivos, nos iban cercando, cada vez con mayor violencia. Curiosos y excitados por la ropa que llevábamos puesta. Ropa copiada del Beatles books y hecha en nuestras casas. La llegada de la policía paró el tumulto. Nos apartaron, nos pidieron documentos y a punto estuvieron de llevarnos detenidos. No recuerdo qué fue lo que nos salvó. Pero aquello pudo acabar en tragedia. Es misterioso el mecanismo del recuerdo. Como si estuviera alojado entre las cosas más insospechadas y lejanas, enlazadas en sus formas para, desmadejadas, volver a nosotras.

Han pasado casi 90 años y su nombre, citado entre unas pocas líneas de una crónica, me interroga: Margarita Guiteras Holmes ¿Quién era esta mujer que habían trasladado a la sede de la policía por el tumulto provocado por su ropa? ¿Una actriz, nacida en Pensilvania?¿Quienes deambulaban por la estación de Francia aquel verano de 1933, y se toparon con la figura de Margarita Guiteras se sentían, acaso, ofendidos en su “moral”, de la misma manera que la “jefa de celadoras” de mi instituto, o que aquel público juvenil que llenaba la cancha de Velez Sardfield, una noche del año 1967? ¿Qué es lo que despierta la latente violencia hacia lo diferente? Hacia lo que, de pronto, irrumpe en la mirada del otro como un peligro que atenta contra las reglas de representación de lo femenino y lo masculino. La violencia como defensa de los estereotipos de género. Mi madre con pantalones no era una madre “reglamentaria”, algo en esa prenda la hacía sospechosa de desacatos. Osvaldo con su túnica floreada, no era un hombre correcto, era un maricón;y yo misma una puta, con mi falda larga y los collares multicolores. Así nos gritaban.

En el vestíbulo de la Estación de Francia, en aquellos años republicanos, por qué llamaba tanto la atención una mujer con pantalones, cuando ya en las páginas de las revistas y en el cine aparecían mujeres en pantalones, y sólo tres años después el peto azul de los trabajadores, sería adoptado por una parte de las milicianas que marcharían al frente de guerra para luchar contra la insurrección fascista? Apenas cinco años más tarde, en 1938, Lucía Sánchez Saornil (una de las fundadoras de Mujeres Libres) era, fotografiada llevando un traje de corte masculino con pantalón y el pelo cortado a la garçon, acompañada de la activista y pensadora anarquista Emma Goldman y su traductora Christine Kon- Raben. La noticia La Vanguardia nos da a entender lo mucho que la Revolución de 1936 habría hecho por el acceso de las mujeres a una visibilidad y un activismo social y político que, la posibilidad de vestir cómodamente y sin prejuicios marcados por los estereotipos de género, denotan.


Intento imaginármela, Margarita Guiteras Holmes, su silueta evanescente de pantalones anchos y melena también recortada ¿Como la de la Saornil? Tal vez. Voy, otra vez, a la hemeroteca digital de La Vanguardia para intentar hallar algo más sobre ella. Hoy, descubro que sólo puedo acceder suscribiéndome. Busco en Arca, la hemeroteca de publicaciones en catalán; también, cada vez más difícil de acceder. Nada. Y la hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España, no me permite su acceso, supongo que por dificultad momentánea del programa.

Prosigo la búsqueda y se abren páginas dedicadas a Antonio Guiteras Holmes. Allí, al fin, encuentro que Margarita Guiteras Holmes, nacida el 23 de junio de 1911, era hermana de Antonio. Las mujeres casi siempre hermanas, hijas o esposas. Copio la información obtenida a través de un artículo de Margarita Piedra César, periodista cubana de TV. Santiago:

Antonio Guiteras Holmes abrazó la profesión de revolucionario y entre 1928 y 1933 enfrentó la dictadura de Gerardo Machado convirtiéndose en un precursor de a lucha guerrillera, cuando asaltó con un grupo de combatientes el cuartel de la guardia rural de San Luis, en la otrora provincia de Oriente, para con las armas ocupadas alzarse en el monte.

Tras el derrocamiento del tirano Machado en agosto de 1933 y del golpe de estado del Coronel Fulgencio Batista Guiteras fue nombrado Ministro de Gobernación del llamado Gobierno de los 100 Días, presidido por Ramón Grau San Martín. Bajo el mandato de Guiteras fueron aprobadas por primera vez desde que Cuba fue República un conjunto de leyes populares, que le ganaron prestigio entre las capas más humildes de la población y el odio de la burguesía criolla y sobre todo del imperialismo yanqui, que vio afectados sus intereses en la isla, algo que ningún otro gobierno se había atrevido. Lo que provocó la ira del imperio dando la orden de derrocar al gobierno popular de Grau San Martín. Antonio Guiteras se vio precisado a continuar la lucha clandestinamente, hasta que el 8 de mayo de 1935, producto de una vil traición fue sorprendido y asesinado en El Morrillo, Matanzas (...)”

Margarita Guiteras Holmes había sido detenida e 19 de julio de 1933, en Barcelona. Un mes después su hermano, en Cuba, encabezaba una revolución contra la dictadura de Gerardo Machado. Y entonces regresa mi pregunta: ¿De verdad, Margarita Guiteras Holmes fue detenida sólo por el escándalo que provocaron sus pantalones en su paso por la Estación de Francia? ¿Cuánto de la ropa que usamos para cubrirnos expresa un deseo profundo de cambio social, un cuestionamiento a las normas estrechas, una revolución en ciernes? Pregunta que se hace también la autora de este artículo Laura Vicente, y que adjunto, refiriéndose a la foto que registra el encuentro de Lucía Sánchez Saornil, Emma Goldman y Christine Kon-Raben. 


 

https://www.elsaltodiario.com/alkimia/una-foto-un-mundo-nuevo



viernes, 8 de abril de 2022

 In memoria

A finales del 2014, escribí un texto para ese vecino incómodo que era Assad. Incómodo para nuestras conciencias, ¿para qué negarlo? Porque lo veíamos deteriorarse más y más, en los diez años u once, que formó parte del paisaje del barrio, de las calles aledañas a la Biblioteca de Can Mariner, de la Plaza Ibiza, de las paredes donde se acurrucaba para dormir de día, del cajero de la sucursal bancaria de la calle de Horta. Dicen, quienes lo veían a través, de los cristales de sus tiendas, o desde el mostrador de la Biblioteca, día a día, dar vueltas por allí, que trataron de ayudarle a conseguir un lugar donde dormir. Pero, que él insistía en quedarse a la intemperie. Recuerdo, verlo echado, dentro del agujero de un árbol y detenerme junto a otro vecino porque lo creímos muerto. De eso hace ya un par de años, tal vez. Llamamos a la guardia urbana, llegó una ambulancia. Lo recogieron, como hicieron otras veces, pero, Assad insistía en la vida que, se dirá, había elegido. ¿Elegido? ¿Quién elige dormir sobre la acera, mear o defecar en cualquier rincón, no tener un lugar donde asearse… y acompañarse del mundo que evoca los vapores del alcohol de un cartón de vino? Hubo algo en su vida que se torció, que le arrojó fuera del lugar que alguna vez deb ocupar, de su familia; porque dicen también, que tenía familia. Y que, de vez en cuando, un hombre, su hermano, lo visitaba. Y que su vida en la calle comenzó cuando su novia dio al hijo de ambos en adopción…Una vez más, una mujer culpable de una caída. Quizás, o quizá pura leyenda que se teje, ahora que está muerto. Pero, hay algo más profundo en todo eso, una herida que marca la vida de las personas que dan vueltas por la calle. Hay una miseria de todo que, en cualquier momento, nos corta el devenir: sin casa, sin amigos, sin nada a que agarrase.

Y, hace unos días, Assad fue hallado muerto, no de enfermedad como algunos vaticinábamos, ni de frío como podría esperarse, y como si esto fuera lo normal, sino apuñalado. Lo mataron, a Assad, que a pesar de toda su locura de alcohol, nunca fue agresivo. ¿Quién lo apuñaló ? ¿Por qué? En Barcelona, dicen las estadísticas, han muerto 69 personas que viven en la calle, en el último año. ¿Mueren de enfermedad, por agresiones? Más de 4000 personas deambulan por nuestra ciudad, como Assad, ante la mirada impotente y esquiva de todos nosotros. ¿Qué hacer? Es sencillo, cambiar el sistema corrupto en el que estamos inmersos, donde hay personas que se han enriquecido gracias a las crisis que vamos superando, o que nos van hundiendo. Pero, ¿mientras tanto? ¿Es tan difícil, acaso, abrir espacios, en todos los barrios, donde a quienes han dejado sin techo, pudieran encontrar un lugar donde relacionarse, donde hablar con alguien? Parece que sí. Los sin techo no votan. Y un lugar así: La Casa África acaba de ser desalojada por la fuerza policial que arremetió contra vecinos y habitantes del lugar. Y los lobbys inmobiliarios, una vez más, han triunfado. ¿Qué sera de todos aquéllos que vivían allí? ¿Cuántos de ellos se convertirán en vecinos incómodos, como Assad? ¿ Cuantos de ellos con su deambular, con su cartón de vino, con su cuerpo arrinconado contra un muro, nos señalarán la injusticia de una sociedad que crea personas desechables, como esos cartones de vino a los que se agarran para sobrevivir. Descansa en paz, Assad y espero hayas encontrado en tu sueño eterno, un buen vino en botella y una cama más blanda que el suelo de las aceras de Horta.



En un bosque de la China...todo cambia cuando menos lo esperas. (2014)

Cruzaba la plaza Ibiza, a la altura de la zapatería. Caminando al estilo de los raperos del Bronx: los hombros encogidos y un deslizarse como saltando las olas bajitas de una playa. Me recuerda a la Mota, la gitanita que vivía con su familia muy cerca de mi casa. Su cara ancha y oscura, su mirada de párpados pesados, el pelo tan negro ¿Y si fuera su hijo? O su propia reencarnación, tal vez. ¡Pobre Mota!, no tener suerte ni en su vida anterior ni en esta, porque en aquella casa de madera donde vivía, ¡hacía tanto frío!; y ella, la más pequeña de todas las gitanitas que se amontonaban en la vivienda, era la más desgraciada, la que sufría todos los abusos de sus primos y primas… incluso de mi misma que jugaba con ellos. Sí, pensé en la Mota, desharrapada y descalza, con su enorme barriguita oscura y sus cachetes mocosos y partidos por el viento helado…se le parece tanto. Él pasó a mi lado, cantando en inglés a voz en cuello-el cartón de vino preso entre sus dedos-: All things change, When you don’t expect them to. No one knows, What the future’s gonna do… I can’t take my eyes off you… (Todas las cosas cambian, cuando menos te lo esperas...No puedo quitar mis ojos de tí).

Es joven, sigue siéndolo a pesar de los ¿dos años, más? que duerme en los cajeros automáticos del barrio. Su preferido, casi su “habitación propia”, era el de La Caixa de Feliu i Codina, pero la cerraron. Un día vi que unos hombres salían de allí cargando los sillones negros con patas de ruedas; el escritorio del delegado de la sucursal, el mostrador que recibía a los clientes, desarmado. Pintaron los cristales de blanco, quizá, para evitar, pudorosamente, el espectáculo de la decrepitud inmediata en la que caen las sucursales bancarias abandonadas. Le había visto dormir allí, noche tras noche, algunas solo, en invierno envuelto en una manta y sobre un cartón. En verano sobre las baldosas, los pies descalzos y a su lado, en un orden conmovedor, las zapatillas. Las plantas de los pies, a veces, admirablemente limpias, otras, con costrones oscuros. Supongo que depende de la disponibilidad de la ducha del albergue público, o de su estado de ánimo, variable según la cantidad de vino o de porros con los que se nutre. Cuando el tiempo era benigno le vi compartir su cajero. Lo hizo con hombres, que cómo él, daban vueltas por allí. Pero, la compañía le solía durar poco. Llevados por la búsqueda de un destino menos fijado a un barrio, como parece estar el suyo, sus compañeros iban desapareciendo.

Uno de esos, con los que supo compartir sus noches, parecía mucho mayor que él, más avezado en engañar a los vecinos que se les acercaban, ya para amonestarlos por un comportamiento escandaloso, o por arrojar palabras soeces a las jovencitas que pasaban. Él parecía sólo interesarse por la bebida y los diálogos que arrojaba al aire, en un idioma difícil de entender, mezclado con improperios en inglés. No eran vecinos fáciles, como lo son algunos menesterosos agradecidos de la caridad que inspiran. Ellos, en cambio, durante aquellos días exhibían con desparpajo una moral incierta, sobre todo el de más edad al que se le veía un mayor interés por las jovencitas del barrio, mientras que de noche, a la luz del cajero, hojeaba revistas con fotos de muchachos musculosos. Hacían lo mismo que la mayoría de los hombres jóvenes que vienen a Barcelona a pasar vacaciones: expresaban sus deseos sexuales, bebían juntos y armaban pequeñas juergas que consistía en cantos de borrachos. O, incluso, una madrugada se le vio a él, al joven, saltar alegremente sobre el techo de los coches estacionados por allí… El apart-hotel era para ellos el espacio del cajero de la calle Feliu i Codina.

Aunque, ateniéndome a un intento de exactitud en el relato, debo dejar constancia de que por allí también supieron hacerle compañía un par de esos pobres, a los que socorremos sin problemas, sin que su auxilio nos descubra las contradicciones de nuestros sentimientos hacia ellos. Eran “sin techos” modélicos: agradecidos, limpios, a la mañana cuando marchaban dejaban el espacio del cajero sin un cartón, sin restos de comida, sin nada que delatara la incómoda visión de sus presencias nocturnas. Ellos saludaban con cortesía y agradecían con una pequeña reverencia todo aporte. De día se fundían con el paisaje, españoles sin trabajo, sin casa, deambulaban como tantos otros y podían charlar sin acentos extraños, sin cartón de vino en la mano, codo a codo con los ancianos que frecuentan, en horas laborables (para los que aún conservan sus labores), en la plaza Ibiza. Pero ellos marcharon rápido, como todos pobres modélicos pasan por nuestra vida dejando sólo una imagen amable. De esta manera nos ahorran la visión de la decadencia de quienes permanecen durante meses o años en las mismas calles que frecuentamos, ofreciendo el espectáculo del desgaste que se ensaña con sus ropas, con sus cuerpos, con sus gestos, que poco a poco se van transformando en más y más desesperados y solitarios. Porque la miseria solitaria y sin futuro nos repele, le huimos, como a la locura, porque ella es la misma imagen de la locura y como ella, a veces, se comporta.

Así, el moreno alto,( se llama Assad, me lo dijo el personal de la biblioteca de Horta), va curvándose, día a día, con el peso del cartón de vino que con más frecuencia acompaña su deslizarse de rapero, exhibiendo sus largas jornadas de divagar por las inmediaciones de la plaza Ibiza, entre discusiones con seres invisibles para los que pasamos a su lado. A pesar de todo, su vida, en los intervalos en los que desaparece, es un misterio. Hay quien lo ha visto recostado en el cajero, escribiendo sobre un ordenador nuevo y blanco, que a la noche siguiente ya había desaparecido. A veces lleva un móvil que también desparece de sus manos al día siguiente, igual que su ropa, que va cambiando, o alguna manta con la que se cubre sólo un día, ya que al siguiente también ha desaparecido.

Pero, algo ocurrió en su cotidiano de borracheras y cajero nocturno. Algo nuevo que mostrar y que quizá nos estaba anunciando el día que cantaba a voz en cuello que: All things change, When you don’t expect them to … ( Todas las cosas cambian, cuando menos te lo esperas). Fue al comienzo de este otoño, un día después del cambio de hora. Assad había encontrado, al fin, un cálido refugio. No es que en un cajero del barrio hayan instalado calefacción y una cama nocturna, desplegable para los sin casas que duermen allí. No, el cálido refugio es un pecho humano donde recuesta su cabeza. Un mullido pecho de joven, pequeña y redondita, como es la gente del altiplano de los Andes.

Bajar desde las cumbres cubiertas de nubes de América Latina, cruzar un océano, pasar años compartiendo pisos miserables, fregando suelos , cambiando pañales a viejos y a bebes ajenos.. Y, al final, la calle. La calle y el calor alcohólico del muchacho alto y de mofletes encendidos. Como en el bosque de la China, se encontraron los dos perdidos.

Los vi sentados en el umbral de la puerta de un aparcamiento, en la calle Chapí. El sol, que se iba apagando por todo el barrio, recortaba aún una figura luminosa y precisa sobre aquel espacio. Allí, los dos refugiados habían ido a buscar el último retazo de calor que el atardecer de otoño les regalaba. Él reclinaba su cabeza contra el pecho de la chica, y ella- la mirada fija, alelada- le acariciaba los cabellos mientras apretaba una de sus manos. Los dos exhibiendo su historia de amor en el lugar más prosaico del barrio, sin abrigos, sin palabras. Ella, con su peinado pulcro, que partía en dos sus cabellos atados a la nuca. Tan bella, tan joven, recién incorporada al devenir de los sin techo, demasiado limpia aún, demasiado inocente su actitud y su mirada. ¿Qué se explican? ¿Qué sueños comparten?

El día 25 de noviembre los vi otra vez, era ya noche cerrada, esta vez compartían el banco de la calle del Vent, frente al jardín de la biblioteca de Can Mariner. Dentro del jardín se recordaba, con discursos y claveles, los hechos cotidianos de violencia hacia las mujeres: las muertas por sus compañeros, las criaturas huérfanas o víctimas también de esa misma violencia. Afuera, continuaban sentados sobre el banco, la chica que bajó de los Andes miraba hacia el lado del Turó de la Peira, el alto flaco y moreno miraba hacia el suelo con el cartón de vino en la mano, parloteaba aires de reproche.




                                                       Foto archivo personal