lunes, 5 de febrero de 2018



Cuando la historia es un fraude. Las fotos de los niños supuestamente asesinados por Enriqueta Martí.  

«El sitio de Madrid comenzó el 7 de noviembre de 1936, terminó dos años cuatro meses y tres semanas después, simultáneamente con el fin de la guerra ». (Arturo Barea: La Forja de un Rebelde 3: La llama). Barea escribe que es entonces cuando el gobierno de la República decide marchar para instalarse en Valencia, plenamente convencido de que la caída de Madrid en mano de los fascistas sería inmediata. Atrás dejaba una población aterrorizada por las bombas, las ráfagas de ametralladoras de los quinta columnistas, los disparos de los francotiradores, el hambre y el frío que persistirían en su acoso, durante esos dos años y más de cuatro meses. El Gobierno huía y el jefe de la Sección de Prensa Extranjera del Ministerio de Estado, Luis Rubio Hidalgo, le pide entonces a Barea que se traslade con ellos a Valencia.

Arturo Barea (Madrid, 1897 ̶ Londres, 1957 ̶ uno de los grandes escritores españoles del siglo XX, aunque en 1936 aun no había comenzado lo que sería su gran obra literaria ̶ , por una serie de circunstancias azarosas es encargado de la censura de prensa ante los periodistas extranjeros. De su trabajo dependía las noticias de la guerra que se trasmitían al exterior y, por tanto, también la solidaridad internacional, tan necesaria para el triunfo de las fuerzas republicanas. Barea, desobedeciendo las órdenes de su inmediato superior, insiste en permanecer en su puesto en Madrid. Cree urgente y necesaria la denuncia de la internacionalización de la guerra con la intervención en esta de las fuerzas fascistas italianas y las nacional-socialistas alemanas, que con su ejército y aviación respectivos están acosando a la población civil a la par que al frente republicano. Mientras tanto, el resto de los gobiernos europeos llamados demócratas, en nombre de la neutralidad permanecen indiferentes al hostigamiento criminal. Barea está convencido de que lo que expliquen los corresponsales extranjeros, desde el frente de Madrid, convencerá a las democracias para prestar su ayuda, pues en este conflicto se estaba jugando el futuro de Europa ya que el escritor, como tantos otros, presentían que esa mal llamada guerra civil era el comienzo de una segunda guerra mundial. 

Entre los papeles que antes del traslado a Valencia del gobierno, Luis Rubio Hidalgo le ordena destruir a Barea, este último observa que hay una serie de fotogarfías que le conmueven dolorosamente.

̶ ¿Qué va a hacer usted con esas fotografías?
̶ Quemarlas ̶ , responde el jefe de la Sección de prensa ̶ y los negativos también queríamos usarlas de propaganda pero conforme están las cosas, al que le cojan ahora con estas fotos le vuelan los sesos en el sitio.
̶ Entonces ¿no se las lleva usted?
̶ No estoy loco y además ya tengo bastantes papelotes...y comenzó a explicarme algo que yo no escuchaba. Conocía aquellas fotografías. Se habían tomado en el depósito de cadáveres al cual se habían llevado los niños de la escuela de Getafe que un Junkers, volando bajito, había bombardeado una semana antes. Se le había puesto en fila y se les había prendido un número en la ropita para identificarlos. Había un chiquitín , con la boca abierta de par en par en un grito que nunca acabó. Me pareció como si Rubio Hidalgo en su miedo estuviera asesinando de nuevo a estos niños muertos.

Barea salva las fotos que, meses después, se reproducirán en un cartel para ser distribuido por toda Europa, allí se denuncia los crímenes del fascismo en España.






Retengo la frase de Arturo Barea: Me pareció como si Rubio Hidalgo en su miedo estuviera asesinando de nuevo a esos niños muertos. Y esa frase explica mi desasosiego al contemplarlas en las páginas de internet que bloggers y aprendices de documentalistas ignorantes de su origen, o simplemente amorales, reproducen. Haciéndolos constar como niños asesinados por la triste y falsamente criminal «vampira del Raval». No solo esas fotos, que muestran los supuestos asesinados por la Martí son fraudulentas, todas las son y he encontrado el origen de cada una de ellas, no es difícil, solo googlear: «imágenes de niños muertos» y la red los proporciona. Unas son reutilizadas, incluyendo titulares, extraídas de las páginas de los periódicos madrileños del año 1924 ( Enriqueta Martí murió en 1913, por cierto que no asesinada por sus compañeras, como se insiste , sino a causa de un cáncer que ya padecía cuando fue detenida). Estas páginas denunciaban la desaparición de tres niñas en Madrid, en la calle Hilarión Eslava ( Ver Hemeroteca del ABC y comparar). Otras, corresponden a un álbum de fotos de bebes muertos por causas naturales, y que sus padres hacían fotografiar como único recuerdo que guardarían de ellos, en una época en la que las fotografías eran escasas. También están las momias de criaturas que ilustran el blog dedicado al siniestro monasterio de los Capuchinos de Palermo. Y otra foto corresponde al sobrino de la propia Enriqueta, niño que ella cuido hasta los dos años y que apareció tan vivo, como que su propia madre lo llevó ante el juez para atestiguar su permanencia en el mundo...

Pero entre todas esas imágenes que se reutilizan para proporcionar cadáveres que ilustren los crímenes de una asesina que nunca existió, las que más me conmueven son la de los niños asesinados por los aviones nazis en el barrio de Getafe, en 1936. Y más, luego de conocer exactamente su origen, la historia e identidad de quien las puso a salvo, Arturo Barea. Este en La forja de un rebelde describirá la guerra como pocos lo hicieron: desde la impotencia, el asco hasta el vómito, el miedo, el dolor infinito. Y también el asombro ante la vida que sigue en la naturaleza que persiste y que es absurdamente destruida, despanzurrada... Allí denuncia la sinrazón de la «obediencia debida», de la violencia que se ejerce porque sí, cuando la ausencia total de empatía produce monstruosos asesinos en masa:

«Quería gritar a los generales que se llamaban ellos mismos salvadores del país y a los diplomáticos que se llamaban a sí mismos salvadores del mundo que vinieran, yo los cogería y los encerraría en los sótanos de la Telefónica. Los pondría allí en los jergones de esparto, húmedos de niebla de noviembre los arroparía en mantas de soldados, pocas, y los haría vivir y dormir en dos metros cuadrado de pasillos, sobre un piso de cemento, entre mujeres hambrientas y trastornadas de histeria que habían perdido su hogar y que aún escuchaban explotar las bombas y retemblar la tierra profunda que rodeaba el cemento. Los dejaría allí un día, dos días, muchos, que se empaparan de la miseria, que se impregnaran de sudor y de piojos del pueblo, y que aprendieran historia, historia viva, la historia de esta guerra miserable y puerca, la guerra de cobardía, de los sombreros de copa brillantes bajo los candelabros de Ginebra, la guerra de generales traidores asesinando a su propio pueblo fría y cobarde (...) No podía pensar en matarlos o en destruirlos. Matar es monstruoso y estúpido, Aplastar un insecto bajo la suela de un zapato es repugnante: tiene un casquito y un churretón de vida que hace vomitar. Un insecto vivo es una maravilla que se puede contemplar horas y horas.»


Me pregunto: ¿que tipo de sensaciones buscan aquellos quienes aún insisten en la criminalidad de Enriqueta Martí, aportando pruebas como las fotos de los niños de Getafe? ¿Acaso, el escalofrío instantáneo? ¿El miedo pueril? ¿Un momento de entretenimiento que se traduce en olvido y desprecio de toda la historia que precede esas imágenes? La mentira, o lo que hoy llaman post verdad, no es más que falsedad mercantilista. En el caso del caso Enriqueta Martí, la mal llamada «vampira del Raval » se trata, como ya lo he repetido tantas veces, de la creación de una historia que se vende mejor cuando se falsea. No importa de donde y como se obtienen los argumentos, la marca Barcelona exige una dosis de morbo para el cóctel que se ofrece al turismo casolà o al foráneo. Lo que subleva de toda esta manera de hacer información, no son solo las páginas de internet, donde se sigue reproduciendo la falsedad, sino que incluso un acontecimiento cultural como lo es la semana dedicada a la novela negra en Barcelona, y donde sus organizadores conocen muy bien la mentira que se tejió alrededor del caso Martí, siguen auspiciando entretenimiento, fundado en la misoginia y el clasismo, este año con la ruta de La mala Dona, darrera dels passos de la vampira del Raval. 

La mentira repetida, la utilización fraudulenta de la imágen, el gusto morboso vende. La falsa imagen de Enriqueta Martí sigue ocultando, detrás de la figura de la bruja malvada, las injusticias de una época. No solo la explotación sistémica ejercida por la burguesía fabril y que condenaba a la población obrera a malvivir en barrios insalubres con sueldos de hambre, sino también, ahora gracias a la magia de internet, los crímenes de Franco y de sus aliados nazi-fascistas. La sombra del personaje mercantilizado se ha ido alargando y sirve para cualquier cosa. Pero sobre todo para que amorales, o un público ansioso de fantasía criminales, colaboren para diseñar ese mundo paralelo donde la historia se crea a medida del consumidor, hurtando, una vez más, la voz de quienes denuncian los verdaderos crímenes del estado o de quienes, por su origen, nunca se les ha permitido explicar su propia historia.




2 comentarios:

  1. Barcelona ha creado un "Jack el destripador" propio en un intento de añadir valor a su turismo. La gente, incluso quienes viven en el centro de la ciudad, no alcanzan a comprender que el caso de Enriqueta Martí tenga más de fantasía que de realidad y, orgullosos, presumen de conocer el destino de aquella "que hervía huesos y ojos": morir despedazada por una horda de madres que asaltaron la celda donde residía. Nada más lejos de la verdad, tal y como señala en su libro.
    He llegado a ver, en la Biblioteca Nacional de Catalunya, láminas apoyando al mito en lugar de derrumbarlo. La lástima es, como bien señala en el artículo, que la aceptación y la extensión de este bulo no es más que un reflejo de la sociedad en la que vivimos, que acepta la existencia de una relación entre la pobreza moral y la exclusión social.

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  2. Hola Javier, recién veo tu comentario, tal como dices la pobreza siempre es sospechosa y el Raval continúa arrastrando su estigma que borra, a veces sin proponerlo explícitamente, su memoria de barrio donde nació una cultura obrera, laica, anarquista, socialista... racionalista, a través de decenas de espacios como escuelas, ateneos, sedes de periódicos y de movimientos, incluso el feminismo se estrenó por allí, con la sede en la calle Ferlandina de la Sociedad autónoma de mujeres y en la Ronda de Sant Pau con el periódico La Mujer, en la década de los años 80 del s XIX, ...De todo esto estamos tratando de hablar a través de nuevos espacios y también nuevas propuestas de investigación histórica como lo es la colección de Historias del Raval, que presentamos por los barrios y que nació a iniciativa de la gente de El Lokal. Gracias por tu comentario y disculpa la tardanza de mi respuesta.

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