jueves, 23 de enero de 2014

Mesa redonda y presentación del ensayo: "El caso Enriqueta Martí. Clasismo y misoginia en la Barcelona modernista"

Entre las actividades programadas en la edición de 2014 de Barcelona Negra se celebrará una mesa redonda entorno a la figura de Enriqueta Martí y su papel en el imaginario colectivo de la Barcelona de principios del siglo XX, que ha perdurado hasta la actualidad.

Es el tema central del último ensayo de Elsa Plaza, editado por Icaria, surgido a partir de la lectura de toda la documentación obtenida para realizar la novela El cielo bajo los pies, y de la que ha ido acumulando después de aparecida esta novela. Una revisión del caso que convirtió a Enriqueta Martí en la "Mala dona" de Barcelona y el lenguaje que describe el cuerpo y las actividades de las mujeres que viven fuera del orden patriarcal.


Además de Elsa Plaza, en el acto también participarán las psicólogas Graciela Traba, que tratará el mito de Medea, uno de los arquetipos femeninos que operan desde la antigüedad, y Alba Orteu, sobre la solidaridad entre mujeres durante los primeros años del siglo XX, en Barcelona.

La mesa redonda tendrá lugar el jueves 13 de febrero, a las 19 horas, en el Ateneu Barcelonès (carrer Canuda 6, Barcelona).

Más información aquí.

miércoles, 1 de enero de 2014

Otra vez en La Sagrera: la epifanía de la cuerda y el precinto

Novena epifanía


Tiene las uñas extremadamente largas, al menos las de una mano. Me esfuerzo por ver la otra, que lleva escondida porque los dedos permanecen plegados sosteniendo un rollo de cuerda. Si sólo tiene las uñas largas de una mano, es guitarrista, me digo. Comienza a desenredar la cuerda y juguetea con ella. Puedo ver, entonces, que todas sus uñas son igualmente largas. Va vestido de albañil, o de pintor de paredes. Lleva el pantalón cubierto de salpicaduras de yeso, igual que los zapatos. Ahora extiende uno de los extremos de la cuerda, es nueva. La dobla por la mitad, como si con ella estuviera aprendiendo a medir algo que permanece oculto a la mirada de los que compartimos el andén del metro. Luego comienza a ensayar, pacientemente, un gesto que parece recién aprendido, y que debe repetir para memorizar. Pienso, luego, que está probando un nudo marinero, de esos que aparecen en los cuadritos que adornan las paredes de los pisos turísticos de la costa Brava. Pero la lazada se convierte en un nudo inquietante. Sigo su juego de reojo, intimidada porque lo que ha logrado producir es un nudo corredizo, de cuello muy largo, una exacta réplica de los que veía hacer en las películas de vaqueros cuando se disponían a linchar a un pobre inocente... Llega el metro, el hombre recoge la maleta que tenía a sus pies. ¿Es acaso El Verdugo, una nueva versión del de Berlanga? también Pepe Isbert llevaba una maleta; esta está manchada de yeso, como la ropa de su propietario. Se recuesta contra una de las puertas del vagón y continúa con su tarea. Deshace el nudo corredizo y recomienza. La visera de una gorra de béisbol sombrea la línea de sus ojos. Es bajo y delgaducho, con cara de rubio y nariz respingona. Podría ser también uno de esos personajes secundarios que aparecen en las películas norteamericanas de los años cincuenta: un miembro del Ku Klux Klan, por ejemplo, que en la puerta de una prisión reclama, junto a otros, hacer justicia con sus propias manos... Vuelve a su empresa y una y otra vez. Hace y deshace el nudo corredizo que, luego de cada intento exitoso, contempla con satisfacción. No quiere olvidar la habilidad recién aprendida, eso es evidente. Pasa el puño por el centro del nudo y experimenta el ajuste... Vuelve la imagen de otra película, esta vez es A sangre fría, la que recrea la novela de Truman Capote. La imagen es la de la sombra de la horca que aguarda el cuello de los dos jóvenes asesinos.

¿Qué dios menor, perverso y vengador, juega ocupando el cuerpo de un -¿albañil encofrador?- que regresa a su hogar después de una jornada laboral agotadora? El dios de los nudos. Busco en el Google si existe tal, ya que en La Sagrera se suelen manifestar con asiduidad toda clase de dioses y diosas. Creo, a diferencia de lo que afirma Dalí, que el centro del mundo no está en la estación de Perpignan, sino en la de Sagrera (le venderé la idea al departamento de turismo de la Generalitat, podrían montar unas mesitas de degustación o un mástil con senyera).
Encuentro una serie de páginas cristianas con recursos y buenos consejos, entre ellos el cuento del alpinista que se desploma cogido a su cuerda por una de las paredes del Aconcagua, y que cuando clama a Dios, este le responde: “Hijo, suéltate de la cuerda”. Como no cree en la advertencia divina y sigue aferrado a ella, muere congelado a pocos metros del suelo. Lo divertido de este cuento es que ya lo conocía en su versión de chiste judío, contado por la bisabuela de mis hijos, Sara Ravich: Un rabino está a punto de caer a un precipicio y, como el alpinista, clama a Dios pidiendo ayuda. Desde las profundidades del barranco le llega una voz que dice: “Hijo, déjate caer en mis brazos”. A lo que el rabino responde: “¿Y no hay nadie más allá abajo?”. No sabemos si el alpinista hizo la misma pregunta, ni si al rabino lo encontraron muerto. Pero me gusta más la versión Ravich de la historia.
En otra aportación del Google se habla de la diosa Ixtab (la colgada) que representa “la muerte del yo, la llamada a una reflexión y al arrepentimiento de nuestros errores; al sacrificio de nuestras pasiones. El anuncio de una vida nueva ”. Pero, si me atengo al chiste judío, el pequeño dios de la cuerda podría ser más bien el verdugo berlanguiano, humilde funcionario estatal que administra la dosis de muerte para los que se portan mal según las leyes del Estado. Imagino al personaje manchado de yeso paseándose por las estaciones de metro más populares de todo el estado español, aunque también por las terminales de autobuses y ferrocarriles -allí donde nos amontonamos la “mayoría silenciosa”, tan cara a la derecha que gobierna nuestros destinos- anunciando la buena nueva en este año que comienza: “Humildes trabajadoras todas, paradas todas, precarias todas, deshauciadas todas...” “La soga se ciñe en vuestros cuellos”, “La energía y la luz les será negada, y a la oscuridad y al frío seréis condenados, arrojados fuera del sagrario de Iberdrola y de Endesa”. “El nudo más fuerte verán ceñirse a vuestros magros cuellos, nudo que supieron enlazar los magos del templo de las fianzas, de los bancos, los etéreos administradores de la cosa pública”...

La diosa maya Ixtab
En todo esto me entretenía pensando mientras realizaba mi cotidiano viaje hacia el metro, recordando a aquel hombre de la cuerda. Cuando... el 30 de diciembre, por la noche, ¡ocurrió! Cruzaba esta vez el pasillo de la Sagrera y, de pronto, “la mayoría silenciosa” se convirtió en una multitud vociferante: “¡No nos mires, únete!” “Que aquest billet el pagui el Millet! “Gratuitat pels aturats!”. Algunos de los que se manifestaron tan estruendosamente se dedicaron a trabar las puertas con precinto para que todos los pasajeros pudieran entrar sin pagar: ¡Oh!, ¡Por primera vez veía, al fin, la manifestación de un milagro concreto! Un viaje gratis en Metropolitano...   


¿Será, entonces, de verdad que la soga simboliza el fin de una época? ¿Y la diosa maya Ixtab, una inmigrante más, estaría entre aquellos que hicieron el milagro? Aunque con precinto, no con cuerda. Pero, dado que lo sintético ha invadido todos los espacios de nuestra vida, seguro que la diosa ha cambiado la cuerda por el precinto de plástico.